Brenda Rodríguez late al compás del jazz

Por Mayrin Moreno Macías

 

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Para Brenda Rodríguez, la calle es el escenario, al menos el que más le ha enseñado, pero también puede serlo un teatro muy lujoso, una sala pequeña y, ahora, en tiempos de pandemia, la pantalla. Ella envió varios videos bailando jazz y fue elegida en la categoría Danza de la convocatoria “Mendoza en Casa”.

Explica que este anuncio se realizó para que los artistas de la provincia compartieran sus trabajos realizados en cuarentena mediante un registro audiovisual. Cada propuesta seleccionada recibirá una remuneración y la publicación del material en la plataforma.

El arte: su vida

29-DuoByeMusicEsta cuarentena Brenda mueve los hilos de la reflexión, cuestiona el porqué de todo lo que hace y reafirma lo que le da ganas de vivir. En sus pasos exhibe el amor que siente por todo lo que hace, está abierta al cambio y aprende de cada experiencia. Cuando debe tomar una decisión, se guía por su instinto y deja que fluya la savia.  “Para estar bien me refugio en el arte, escucho música, leo, canto, bailo, diseño y confecciono vestuarios para mis proyectos artísticos. Pude tomar clases online de danza jazz con maestros de distintas partes del mundo y también he trabajado mucho, soy profesora de Inglés y la educación a distancia me ha tenido muy atareada”.

 

–¿Qué significan la música, la danza y la actuación en tu vida?

–El arte en general es mi forma de vida, mi remedio, mi refugio, mi trabajo. Los lenguajes artísticos me otorgan una visión poética de todo lo que me rodea, para encontrar la belleza en el caos. Sin ellos, la vida sería absurda.

 

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Brenda late al compás del jazz. Sus pies riman con acento en el Authentic jazz, Charleston, Lindy hop y Tap. “El origen de estas danzas está en los ritmos y movimientos que fueron traídos por los esclavos de África a América.  Ellos encontraron en el arte su refugio ante tanto sufrimiento”, dice.

Con su compañero Emanuel Ulloa conforman el grupo musical de jazz “Dúo Bye” y hace más de 10 años que trabajan juntos. En varias oportunidades han viajado a Buenos Aires para conocer la movida del jazz y siempre regresan inspirados. “Antes de la cuarentena tomamos clases de los diferentes estilos de danza jazz y estuvimos en bailes sociales con música en vivo en varios lugares. Hay una comunidad hermosa. Siempre contamos que somos de Mendoza y nos reciben con mucho cariño. Un profe de tap increíble, Manu Heredia, después de conocernos en sus clases, vino a visitar San Rafael y actuó con nosotros. Hoy nos da clases a distancia. Otra persona muy importante es mi amiga Pame Hübbe, con ella y Ema tenemos el proyecto multidisciplinario Limbo Jazz, que nos permite conjugar diferentes lenguajes artísticos en nuestras presentaciones. Pame es una artista muy generosa y con ella aprendemos a darle vida a nuestros personajes a través del juego”.

 

No dejemos de bailar

Con la velocidad de un flash, Brenda recuerda que en ocasiones subió al escenario con la cabeza muy ocupada. Pensaba: “Todo tiene que salir bien”, “el público juzgará mi actuación, “qué pasa si me equivoco”. “Eso no se disfruta. Después de mucho trabajo interno, de hacerme tantas preguntas: ¿por qué estoy haciendo esto?, ¿para qué?, ¿a qué le tengo miedo?, ¿hasta cuándo? En un momento me encontré en el escenario liviana, sin exigencias, sin preocupaciones, dispuesta a disfrutar, a jugar como cuando era niña, sin que exista nada más que el ahora. Todo eso siento en el escenario hoy y no lo cambio por nada”, dice.

El arte llegó a su vida a temprana edad. Tenía 7 años. Asistía a clases de danza clásica y contemporánea, danzas folclóricas argentinas y música en la escuela artística Selva Cortés de Nunciato. Luego estudió en el Centro Polivalente de Arte de San Rafael y se recibió como Técnica Artística en Danza Contemporánea.

Hace poco retomó sus estudios en Técnica Clásica, conectó de nuevo con la danza contemporánea de la mano de su querida maestra Sandra Quezada, quien ha sido un sostén para resignificar la danza; y al mismo tiempo estudiaba la danza jazz tradicional de forma autodidacta. Este último verano tomó clases en Buenos Aires. “Durante la cuarentena, maestros de la comunidad del jazz de todo el mundo brindan clases gratuitas para que no dejemos de bailar. He participado en clases desde Taiwán, Italia, España y Francia. El idioma inglés es mi más valiosa herramienta de acceso al aprendizaje”.

 

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–¿Alguna vez has sentido frustración?

–Cuando terminé el secundario, decidí estudiar el profesorado de Inglés y dejé de bailar. En ese momento,  el mandato social era que la danza no podía ser mi profesión y mis estudios ocupaban la mayor parte de mi tiempo. Extrañaba muchísimo bailar y necesitaba expresarme. De esa frustración surgieron mis ganas de cantar. Ema me animó a trabajar con él y desde entonces no hemos dejado de hacerlo. Por suerte, hace algunos años me di cuenta de que tenía que seguir bailando, porque me hace inmensamente feliz. Creo que es muy fácil frustrarse cuando solo pensamos en la opinión del público. Hoy todo lo que hago, lo hago para mí, me veo disfrutando y ya no me siento en deuda conmigo. Dejo las exigencias de lado y hago lo que más amo. Para mí, en la música y en la danza, no se trata de mostrar cuánta técnica has adquirido, eso es un recurso. Lo importante es sentir, emocionar, transmitir, conectar, disfrutar, vivir el presente.

 

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