Por Bautista Franco
Miles de puntitos negros, como hormigas, avanzaron por las calles y desafiaron a quienes ponían intereses transnacionales por delante de la salud y el ambiente, triunfando una y otra vez. Las asambleas rebosaban una y otra vez de voces de lucha y organización. Decenas de rondas populares bien diversas lograron poner en pie un duro retén a una avalancha que creía asegurada su victoria.
Los gritos y los carteles agitados, la sed, los bombos, el cielo que pujaba con calor, llamando a la lluvia que nunca llegaba, hacían que el agua no solo se defendiera, sino que se deseara. Las banderas y carteles dibujaban las postales de victoria de un pueblo que vertía todas sus fuerzas en una cruzada que lo dejaría en la historia.
Las calles se inundaron hace 13 años en defensa del agua y hace 6 meses otra vez. Aunque no lo crean, Mendoza es un pueblo que se inunda seguido.