Por Mayrin Moreno Macías
El olor del arroz con pollo llega hasta la esquina. En San Rafael no hay coronavirus pero sí hambre. Es martes y a la entrada de la casita La Poderosa, en calle Telles Meneses 153, van llegando personas con sus tappers. Los hay de color naranja, violeta, azul y de distintos tamaños. No solo se siente el aroma, es una mezcla de emociones, de saber que hay que gente que trabaja para mejorar la vida de sus vecinos. En los últimos meses ha aumentado la cantidad de merenderos y comedores en Mendoza y en todo el país, ante la demanda creciente de alimentos por parte de los sectores más excluidos.
En la cocina hay movimiento: manos, tapabocas, miradas, gorros, vapor, una taza naranja fluorescente para servir, comida caliente. Pican, revuelven, sonríen: “echa más”, se escucha… Hace un mes que funciona este comedor. Los días martes, jueves y sábados las chicas empiezan a cocinar desde las 8 de la mañana y la vianda se retira a partir de las 11 y hasta las 13 horas. El merendero trabaja todos los días de 16 a 18 horas y los días lunes, miércoles y viernes opera también otro merendero en el barrio Néstor Kirchner desde las 16 hasta las 18 horas. Además imparten apoyo escolar los días martes y jueves. Se han sumado algunas maestras de la escuela del barrio y por el momento hay 25 niños, divididos en grupos por el aislamiento.
“Esto nos genera angustia, tener que hacer un comedor es algo que no debería pasar, pero es la única forma para llegar a varios hogares que realmente la están pasando mal. Las personas que caminamos el barrio (Constitución) a diario lo sabemos. Hay mucha gente que también necesita apoyo emocional, que alguien los escuche. Así como unos llegan porque necesitan, otros también se ponen a la disposición en lo que sea para darnos una mano en todo”, dice una de las compañeras de La Poderosa, organización social que se define como barrial, política no partidaria y feminista.
Para otra de las colaboradoras, todas las personas que van al comedor, alrededor de unas 250, y a los merenderos, unas 150 familias, representan el termómetro que mide la necesidad por la que está pasando el barrio. “Nosotras vivimos estos azares porque somos las que estamos en el merendero, en el comedor y ayudando a la gente con lo que se puede”.
La mercadería seca la aporta La Poderosa a nivel nacional gracias a una campaña de donación que se hizo a través de Unicef, pero después tendrán que gestionar sus propios medios y recursos para seguir sosteniendo el comedor. “Siempre agrademos a las personas que hacen posible esta labor e invitamos a que se sumen y vean cómo trabajamos, también quienes puedan donar alimentos, leche, azúcar, zucoa, grasa, harina, resma de hojas, tinta para la impresora. Todos los días hay gente en La Poderosa, nos llena de orgullo saber que hay mucha gente que nos apoya”.
Diálogo poderoso
El pasado 8 de junio, La Poderosa cumplió cuatro años en San Rafael. No pudieron festejar, pero en cada rincón de la casa colocaron fotos como ventanas a poderosas historias y luchas para conmemorar sus inicios, los talleres que se han realizado y también las alegrías, tristezas y enojos por los que han transitado. Actualmente participan unas 50 personas.
–Recuerdo que arrancamos con un taller de panadería y otro de peluquería, y ha ido creciendo tanto que se sumó mucha gente.
–Me acuerdo que tenía 13 años, ahí vivían unos señores, y después empecé a ver que cada día venía más y más gente, armé una biblioteca para los niños y me quedé.
–Para nosotros es un orgullo que haya llegado La Poderosa al barrio, y ver a tantas personas que le ponen el cuerpo día a día. Otra de las luchas de nuestros inicios y que aún continúa ha sido por Fabio Basualdo, el joven que mató la Policía, eso nos hizo ser más fuertes. Esperamos poder estar día a día al servicio del barrio en lo que se necesite…