Por Mayrin Moreno Macías
Los árboles caídos en la entrada del Espacio Inca de la Villa 25 de Mayo ya no están. Se respira otra energía. El camino de ingreso al centro cultural, entre piedras blancas, hojas y el otoño fue renovado. Para esta fecha era común que el lugar permaneciera cerrado, pero hoy lo habitan viajeros, dos titiriteros y una profesora de Artes Visuales con su hija.
Germán Coronel y el francés Nicola -quien ya se marchó-, por un lado, y Micaela Petrarca y su compañero Luis, por el otro, llegaron con un día de diferencia, a pocos días de que se anunciara la cuarentena. Venían a participar del programa de voluntariado del Espacio Inca. Se quedarían unas dos semanas para pintar, arreglar y luego retomarían sus actividades. A Luis de Angelis y Karina Crededio, titiriteros y locutores, los habían desalojado y pudieron instalarse junto con la radio Fuerte 98.5 FM; y Mariela, profe de Artes Visuales, venía de Tunuyán con su hija porque le habían ofrecido unas horas en San Rafael. Alquiló un departamento, la estafaron y antes de que tuvieran que dormir en la Terminal, fueron recibidas por María Anahí Epuyao, quien dirige el centro cultural.
“Cuando propuse el espacio para voluntariado, estábamos con todas las expectativas. Nunca nos esperamos esto. Hubo una última función el 13 de marzo y ya ellos venían en camino, así que no les podíamos decir ‘devuélvanse’. Los recibimos e hicimos todo lo posible para que ellos estén cómodos, los vecinos nos prestaron para que los chicos tuvieran las habitaciones calentitas, les conseguimos abrigos. La comunidad se ha portado muy bien, la Municipalidad también, la concejal Andrea Mattacota nos envía raciones de comida, tenemos el apoyo de amigos que juntan alimentos o lo que ellos necesiten”, dice María Anahí.
Ser viajeros
En el interior del Espacio Inca huele a vainilla, y como del árbol caído se hace leña, estaba calentito. En la mesa se sentaron Germán y Micaela.
Él tiene 33 años de edad y vivió toda su vida en la ciudad de Buenos Aires, siempre trabajando, hasta que decidió tomarse un tiempo para conocer gente y lugares. Era la primera vez que se había animado a hacer un viaje tan largo. Andaba con un amigo francés, Nicola, quien regresó a Francia justo cuando empezó la pandemia. Venían haciendo voluntariado y viajando juntos con la idea de llegar al Norte de Argentina y luego pasar a Bolivia. Tenían pensado estar en la Villa no más de 20 días. “Yo pude haber regresado a Buenos Aires, pero nos abrieron las puertas acá. Estamos en una zona de cero contagio y decidí quedarme colaborando con el espacio”, dice Germán.
Micaela viaja con su compañero Luis. Ella es periodista y artesana, él es músico. Entre 2018 y 2019 estuvieron viajando por distintos países de Latinoamérica: del Norte argentino pasaron a Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia para luego regresar a Argentina. Trabajaron la temporada de verano en Córdoba y su idea era hacer la temporada de invierno, ir a Las Leñas o más al Sur, pero no llegaron.
“Nos tuvimos que acostumbrar a un montón de cosas. La idea era trabajar con el turismo, pero ya está todo cortado. Por suerte la convivencia acá ha sido superbuena, al principio éramos cuatro personas, así que al ser viajeros teníamos esa dinámica. Nos costó un poco el tema de conseguir dinero, y a pesar de que la cocina no es lo nuestro, estuvimos haciendo algo de pastelería para vender a los vecinos, prueba y error, aprender recetas, llamar a mi hermana, hasta que pudimos salir. El periodismo lo tengo un poco abandonado. Justo antes de irme a Córdoba tomé la decisión de dejar una revista. Hoy tengo otras prioridades”, dice Micaela.
–Con esto que sucedió, ¿se han cuestionado seguir siendo viajeros?
–Micaela: A mí me lo afianzó. Entre tantas restricciones que hoy tenemos, me hizo replantearme más cómo uno quiere vivir e ir hacia eso, no cerrarse en estructuras que te imponga el resto de la sociedad, quizá si uno elige asentarse en un lugar y quedarse y seguir su vida, me parece perfecto, pero a mí me encanta viajar y lo que voy a hacer es seguir en búsqueda de eso. Es un momento para interiorizar y repensar cómo queremos vivir. Lo sigo eligiendo.
–Germán: Como era mi primer viaje largo, sí obviamente está la incertidumbre de que no sabemos qué pueda pasar y el turismo será uno de los últimos rubros que se reactive, pero no se me han ido las ganas de viajar. Pienso seguir. Tengo propuestas para moverme dentro de la Argentina una vez que sea más permisivo circular. Por lo pronto me quedo en la Villa, quiero conocer la nieve…
Fotos cortesía Centro Cultural Espacio Villa 25 de Mayo
No quiere volver
Mariela, de Tunuyán, es profe de Artes Visuales y vino por unas horas de clases en San Rafael. Asegura que alquiló un departamento y que la inmobiliaria la estafó. “Nunca me entregaron la llave y se quedaron con 15 mil pesos”. Esa noche debían quedarse a dormir en la Terminal y le avisaron a Anahí. “Acá he recibido atención, nos han ayudado bastante. Aún no recibo respuestas, los delegados de las inmobiliarias se pasan la pelota. Acá es supertranquilo. La comida nunca falta, está calentito, siempre se preocupan por la nena, por mí. Ella tiene 10 años de edad y ha aprendido a cocinar, quiere viajar, ser vegetariana, la está pasando superbién. No quiere volver”, dice Mariela.
Hoy arreglan, pintan, hacen murales y aunque a veces les faltan materiales, las ganas siguen en pie. Anahí dice: “En este tiempo hemos aprendido a ser tolerantes, nos pasa cada día, hasta con la propia familia, no todos los días uno se levanta con una sonrisa, pero siempre se charla, es una experiencia, diferentes personalidades, convivir día a día, quizá lleguemos a escribir una obra sobre esto…”.