CALLE LITERATURA | Mónica Montenegro

Por Carolina Elwart

 

Mónica Montenegro es profesora en Lengua y Literatura, pero esas palabras no sirven para describir la relación de su vida y la literatura. Hay gente que lee, hay gente que enseña a leer y hay gente que vive, respira y escribe en literatura. Es una de las referentes si de literatura se habla, si de escritura se piensa. Se mueve rápido, modula muy suave y su mente es un poema escrito que cambia en ritmo y melodía por las tempestades. Ha publicado un libro de sus poesías y sigue pensando en publicar sus escritos. Pero no se queda mirando sus manos, sino que teje puentes, sostiene y a veces, si hace falta, empuja. La Moni, como la conocemos todos quienes nos acercamos a su vida, te deja el tinte de su pelo y su perfume en el sistema límbico. De ahí la evoco, a pesar de más de 60 días de no verla, la tengo grabada en la amígdala de los perfumes y la literatura de colores. Hoy nos comparte una de sus crónicas de profe, eso que nos cuenta mientras taconea las calles de San Rafael sin dejar de mirar ninguna cara triste, ningún pájaro mudo. El corazón le late en empatía. Siempre habrá un dolor que contar, una emoción que despertar y un llanto contenido para derramar

 

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Sheila, furia y mariposas

Mónica Montenegro
Era un día como hoy, habían pagado el aguinaldo.
Hacíamos cola en el cajero, cuando a todos nos llamó la atención en la vereda, una niña pequeña: un atado de furia, llanto y nervios.
Amamantando a un bebé, sentada en un cantero, la madre también la miraba:
¿capricho cansancio sed hambre celos?
En la cola se comenzó a murmurar:
-Qué berrinche la mocosa y la madre como momia
-Yo sabés cómo le meto yo el poto en agua fría a la cría esa yo
-Cierto, y yo un buen chirlo y chau caprichito
-Para eso tienen hijos estas tipas…
Pero la niñita se ahogaba en mocos, estiraba sus bracitos, se levantaba se dejaba caer en el mismo lugar con violencia, eso le lastimaría sus rodillitas, se arrastraba hacia adelante y retrocedía en dirección a la madre hasta topar con ella y patearla. La madre seguía amamantando, con la mirada perdida en una idea fija…
Los comentarios en la cola comenzaron a cambiar:
-Pobre criatura se está haciendo daño.
-Esa niña necesita tratamiento
-Es res-pon-sa-bi-li-dad de la madre- cal-mar-la
-SÍ sí sí claro por Dios y la Virgen qué horrible cuadro, ¿y la policía dónde está?
-Claro sí claro horrible horrible
-Claro SÍ SÍ
(claro sí ) entonces:
Pedí que me cuidaran el lugar y fui ahí mismo. Antes me crucé la cartera porque intuí que tendría que usar además de las palabras el cuerpo.
– ¿Qué le pasa a la nena?  ¿qué quiere? -Les pregunté a las dos mujeres de la escena.
La boca sellada de la madre se abrió y comenzó a rezar:
-Es así por el padre/ es así por el padre/ es así por el padre/
Caprichosa/ caprichos/ caprichosa/ caprichos.
La niña que ya se había parado, le arrebató al bebé de la “tía”
una botella de chocolatada y nos empapó a todos, mientras seguía gritando y la madre zumbaba “es así por el padre es así por el padre”:
Ante una madre en trance, la niña incontenible, una tía inmóvil y mirones como Pilatos ¿A quién me dirijía?:
Me acerqué despacio a la niña, corrí de su carita el pelo empapado de chocolate, abrí mi cartera y le señalé el fondo con exagerada complicidad; le pedí que me ayudara a buscar caramelos. Confundida, llorando aún sin que se diera cuenta la alcé y la acomodé en mi cintura (ese hueco que un día se nos forma a las madres y nos permite trabajar con la cría cargada al costado). Sutilmente de mi cintura la pasé a la cintura de la madre, fue ahí que el llanto de la niña se volvió sollozo y luego suspiro . Fue cuando apareció una niña arco iris de ojitos hinchados remerita empapada,
¿Cómo te llamas? -Le pregunté corriendo otro mechón clarito de su cara.
-Sheila decile -respondió su madre.
-Sheila, ¿te ayudo a pelar el caramelo? -Me miró a los ojos y seguí: -Estos dos que nos quedan los voy a esconder en tu cochecito shhh para que vos solita los encuentres, y te los comas en el camino…
¿Me das un beso? pero no llores más, porque mirá, ¡se van a mojar las maripositas de la remera de la mamá!
Con la suavidad de un ala y con fe, tocó con sus deditos
una y otra y otra, las mariposas pintadas en la tela. Sonrió cuando su mamá también jugó con las mariposas. Sonrió la mamá.
Me dio un beso en la nariz pegoteado de lágrimas chocolatadas.
Cuando volví a la cola del cajero Sheila ya estaba sentada en su cochecito. Se estiraba para abajo buscando los caramelos del viaje. Cuando volví  a mirar, Sheila había encontrado un caramelo y lo desenvolvía, mientras se hamacaba balanceando suavemente sus piernitas.
Ya no estaban cuando volví a mirar.
Pedí que me cuidaran el lugar y me asomé a la vereda con nostalgia, las vi irse de espaldas, quién sabe a qué insoslayable realidad.
Sheila necesita a su madre (me quedé pensando sola como si las conociera); su madre necesita aprender cómo sanar para estar presente, para enseñarle a Sheila, a respirar profundo a saborear poco a poco lo dulce, a secar con aire fresco cualquier llanto, a acurrucarse en brazos del amor que sana.
Sheila está creciendo hoy, aquella mañana estuvo creciendo Sheila.
Hoy Sheila crece y continúa…
¿Cómo seguirá su historia?
¿Alguien sabe algo de Sheila?
M.M.

guayasamin
Imagen Maternidad de Guayasamín
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