“¡Me matan, Limón!”

Carolina Elwart
Leandro Ubilla
José Luis Morales

Luzbelito es el hijo del Diablo y como hijo del mismísimo Señor de las Tinieblas, asciende y cae, asciende y cae. No sabe de otras cosas. Está en su naturaleza. Porque es un caído. Dicen que heredamos lo que no queremos de nuestros padres. Seguramente él, el hijo del Diablo, no quería ese espiral repetitivo caída abajo. Rocambole dice que el séptimo álbum de Los Redondos podía ser entendido como la vida de Pablo Escobar, quien tampoco quería caer. Nosotros decimos que también puede ser como la vida de la sociedad argentina, acostumbrada históricamente a caerse y levantarse. De ser una pretendida gran nación a principios del sigo XX a estallar por los aires en la década del 30, de tener los mejores salarios de trabajadores y la mejor educación a mediados del siglo XX a la crisis de 2001. Seguramente de tanto caernos se nos ha vuelto un hábito levantarnos.

Las letras de Los Redondos son y han sido interpretadas de muchas formas. Este tema fue muy discutido porque se lo asociaba a una droga supuestamente letal. Pero no, Limón fue el guardaespaldas del famoso narco Pablo Escobar Gaviria. “El patrón del mal” fue perseguido por los techos: “Me matan Limón! / Hijueputas! Limón! / Por los techos viene el bloque / Otra vez!”.

“El bloque” era el bloque de búsqueda que se ocupaba de rastrearlo luego de que el Cartel de Medellín liderado por “El Patrón” le declarara la guerra al Estado colombiano. Intervinieron las policías norteamericanas antidrogas, la DEA y recordamos las preguntas que se hace Eduardo Galeano en el texto «Seré curioso»: ¿Con qué derecho los Estados Unidos actúan como policías de la droga en el mundo, si este país es el que compra más de la mitad de las drogas que se producen en el mundo?

“Pasan las dos… (Delatándolo) / Apenas las dos… (Delatándolo a las dos) /  De la tarde y zumba feo algún moscón”. Corren por los techos, hieren a “Limón”  Álvaro de Jesús Agudelo, se muere desangrado en los techos. ¿Por qué entran y salen de Estados Unidos las avionetas de las drogas con tan asombrosa impunidad? ¿Por qué la tecnología modernísima, que puede fotografiar una pulga en el horizonte, no puede detectar una avioneta que pasa ante la ventana?

“¡Voy sangrando! ¡Limón! (Padrecito de) / ¡Me la dieron! ¡Limón! (Nuestros pobres que…) / Sangran por las tejas como vos, Limón”. Pablo muere de un disparo en el corazón acorralado en el barrio de Los Olivos en 1993.

¿Por qué las drogas de mayor consumo son, hoy por hoy, las drogas de la productividad? ¿Las que enmascaran el cansancio y el miedo, las que mienten omnipotencia, las que ayudan a rendir más y a ganar más? ¿No se puede leer, en eso, un signo de los tiempos?

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