Texto y fotos: Mayrin Moreno Macías
Juan Manuel Bayona lleva 25 años al volante de un taxi. Trabajó 18 en Buenos Aires y el resto en San Rafael. Esta profesión la tiene marcada a fuego. Lo hace por vocación al servicio. Cuenta que cuando inició la cuarentena, fue un shock para todos. A él le resulta muy preocupante y triste ver la ciudad con la persiana baja y con los restaurantes vacíos.
“Hemos llegado a estar casi dos horas en una parada sin levantar un solo pasajero. Estos días ha venido mejorando un poco. La gente ha salido un poco más, pero sabe a qué sale: a comprar alimentos, a pagar o a endeudarse, a pedir préstamos. Y no toman mucho taxi. Van en su auto propio o los espera alguien. Hoy (ayer) es el Día del Taxista, le agradezco a toda la gente que nos apoya, que sube y nos da confianza, el problema es de todos”.
Al momento de la entrevista solo había recaudado un poco más de mil pesos. Juan sabe que su lugar es la calle, prestando un servicio esencial para quien debe trasladarse. Hasta resulta ser una especie de psicólogo. En los viajes que ha hecho escucha las necesidades de la gente. “Eso me pone mal. Uno siempre conversa. Escuchamos a quien se quiera expresar”, dice.
De pronto, Juan recibe una llamada para un servicio. Se baja un poco el tapabocas negro y con su voz y su mirada entusiasta se pone a la orden. “A la hora que me diga, allí estaré”, contesta. Dentro del auto se ve el plástico que lo separa del pasajero.
–¿Cómo es el protocolo de seguridad?
–Consiste en llevar a solo dos pasajeros, mantener el plástico y desinfectar los asientos cada vez que sube y baja un pasajero. Yo rocío lavandina, lysoform y también uso el gel de manos.
El que más tiene, menos da
Juan empieza a trabajar desde las 8 de la mañana porque puede que recién agarre un viaje a las 9 y media. “Antes salía más temprano, pero ya no vale la pena, porque no hay colegios, nada”. Cuenta que anteayer estuvo mejor el día. “Todo depende de la suerte. He pegado dos o tres viajes lindos y eso levanta el ánimo”.
Por estos días podría hacer menos de lo que gasta para cargar nafta. “La situación está complicada tanto para el dueño como para el chofer. Casualmente hace poco se nos rompió el auto y pudimos conseguir la pieza, pero –ironiza– tuvimos la suerte de que el modelo que lleva este es más caro”. Ese arreglo le salió en unos 25 mil pesos.
Calcula que hay entre 250 a 300 entre taxistas y remiseros en San Rafael. “La verdad que no sé mucho sobre eso”.
–¿Han recibido ayuda como gremio?
–No hemos recibido ninguna ayuda. He visto que el chico de acá del sindicato se ha movido, porque hay muchos que no han sido apoyados por sus patrones, vos no podés ganar lo mismo que antes, porque si antes hacías 2.500 y ahora 1.500, tu patrón te tiene que dar un poco de ayuda porque también le estás levantando la olla a él.
–¿Es su caso?
–En mi caso tengo un ejemplar patrón y me he enterado de otros que también son así y entienden la situación, que uno tiene familia, que hay que llevar el pan. Pero son más los que no entienden y quieren seguir ganando igual. Es así, el que más tiene es el que menos da. Es lamentable, siempre ha sido así… La avaricia la tienen incorporada.
Que la olla alcance para todos
Juan piensa que será un año difícil. Él tiene tres hijas y las llevó a casa con su nieto para que estén juntos y así la olla alcance para todos. “Nos acomodamos a la situación. Y se hace difícil porque hay que pagar impuestos. A mí me llegó anteayer la boleta de gas y ni te cuento lo que debo pagar, ahora me va a llegar la luz y así sucesivamente. No es fácil para nadie”.
Estima que quizás pasen dos años más para que el país levante. “También influirá la capacidad mental de cada quien. Este es un año prácticamente perdido, ahora entra el invierno y vamos a ver qué pasa.
Aparte creo que las personas muy apoderadas son las que más se benefician del pobre y de la gente que trabaja. También hay una guerra económica mundial entre EEUU, China y Rusia que afecta a los países más pequeños, como los de Latinoamérica; o con economías inestables. A esto se suma que no tenemos gobiernos serios que quieran un país lindo. A los dirigentes les conviene que tengamos un país sumiso, pobre, para poder apoderarse aún más de la gente. Pero el argentino es bastante fuerte, siempre hemos sido golpeados, pero no tenemos que dejarlos, en algún momento el pueblo va a salir, como en otras ocasiones. Y sabés, no todo pasa por el pan o la comida, también hay otros gastos, no hablemos de si te enfermás, a mi hija la operaron de los riñones y debo comprar medicinas…”, dice sin aliento.