El viaje hacia adentro de María Sol Lucero: música y reconexión

Por Mayrin Moreno Macías

 

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Al principio del aislamiento, María Sol Lucero sintió toda la inercia de golpe. No entendía de qué se trataba. A los días dejó de resistirse y de asumirlo como algo sofocante. Inició un viaje hacia sus demonios internos para replantearse su relación con la vida y fortalecerse a través de la música y la creación. También hizo las paces con la tecnología –la mira con otros ojos–  y la aprovecha para estar en contacto con la gente y aportar desde su saber. Ahora brindará clases de canto y de acordeón online.

“Cuando arrancó la cuarentena, estaba presentando proyectos musicales en diferentes formatos: sensoriales, proyecciones, lecturas de escritos y justamente estaba generando otras herramientas de trabajo, como salir a tocar en el semáforo. Ahora que no lo puedo hacer, he estado buscando otras posibilidades y viendo a través de las redes cómo generar sustento y compartir mi labor”, dice.

–¿Se puede aprender a cantar?

–Lo musical es un tesoro que tienen todas las personas. Nuestro ser lleva un ritmo, una respiración y eso ya es sonoro, vital, como el latido del corazón. Es simplemente animarse a descubrir la voz desde lo más profundo. Desde un lugar vibrante y más armonioso con uno. Es tomar la respiración, nuestra herramienta poderosa, y encaminarla por donde emerge nuestro sonido.

 

 

La música: “el WiFi con la vida misma”

María Sol toca el piano, la guitarra, el acordeón, compone. Hoy experimenta con sonajas, pezuñas y un tamborcito chamánico. Siempre ha sentido la música. Lo hace naturalmente. En algún momento fue su espacio de contención. En la adolescencia se sentaba al piano y descargaba sus tormentas graniceras. Sentía que se abrazaba con el sonido. “Viene desde la familia, tíos, primos, mi mamá canta, mi papá siempre tenía una canción para cada uno. La música fue una abertura para momentos lindos”.

No lo duda. La música es el servicio que quiere brindarle a la vida. Es el canal con el que puede recibir información hermosa y diversa de todo lo que siente. Con una carcajada de esas sinceras, María Sol dice que es de vital importancia. “Regenera y reconecta con la Tierra, el Sol, es el WiFi con la vida misma, desde que me levanto hasta que me acuesto”.

–Hemos visto que las iniciativas de los artistas son claves en este momento. ¿Cómo es la situación… al menos la tuya?

–Claramente no se prioriza el arte y la cultura. Desde INAMU se está generando una ayuda para quienes no pudieron cobrar el IFE, se está despertando una red más solidaria entre colegas de distintos lenguajes y desde la AMIS. También se van a empezar a entregar bolsones para cubrir necesidades básicas. Es momento de organizarnos para exigir lo que corresponde, una ley para que nuestra labor como trabajadores y trabajadoras del arte sea reconocido.

–¿El coronavirus evidenció una incertidumbre que ya existía en el ámbito cultural? ¿Han tenido algún apoyo institucional?

 –En los momentos como este salen a la luz si están hechas o no esas estructuras de apoyo a las y los trabajadores del arte. Hay mucha gente pasando necesidad. El trabajo como músico no se puede realizar y ahora es cuando debe sentirse el apoyo del Municipio, del Gobierno provincial y del nacional. La necesidad es laboral, poder tener la comida de todos los días.

–Esta experiencia nos cambiará…

–Completamente. Es un sacudón. Para encontrarse con el sentir, con el centro de cada uno. Me doy cuenta de que lo simple es lo que más me nutre. Hemos vivido a un ritmo intenso y esto vino a frenarnos para aprender con toda la diversidad de sucesos que tiene.

–¿Quién es María Sol Lucero?

–Me estoy dando la oportunidad de descubrirlo y sentirlo. No hay que quedarse en el envase del yo, sino utilizarlo como una herramienta para compartirse en la vida. Tengo muchas ganas de aprender, compartir y, sobre todo, agradecer.

 

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