Por Marcos Martínez
Ilustración: Martín Rusca

Capítulo 7
Todos los años voy al desfile de las comparsas. Este año no, este año creo que es una hipocresía ir. Hay rumores de que estuvo a punto de prohibirse. Por la aglomeración de gente, creo que hubiera sido lo más acertado, pero al final se tomó otra decisión. Creo que el Presidente a menudo no está bien asesorado, quizás por impericia, o ex profeso. Hay gentes que ponen sus propios intereses por sobre los intereses de los demás, toman la función pública no para servir sino para servirse y a menudo se venden al enemigo para que los gobiernos hagan agua y se hundan.
Pienso que alguna de estas razones, desgraciadas razones, que expongo, será la causa de la no prohibición de los carnavales. No puedo creer que haya por sobre los intereses de la población intereses individuales.
Tengo fe en que el Gobierno, con el presidente Sarmiento a la cabeza, enfrentará esta situación con la mayor energía posible y no menguarán los recursos para ello. Esta peste, si bien es una desgraciada maldición, es una oportunidad inigualable para callar a aquellos que dicen que el Presidente gobierna para el extranjero, que es un empleado de Washington, que está hundiendo a la patria con deudas impagables, que estrangula la economía nacional y que considera los modelos ajenos, europeo y norteamericano, como ejemplos de civilización. Se ha llegado a decir que fueron ellos los que garantizaron y operaron mediante la prensa la opinión de los notables para que el Presidente consiguiera el favor de los votantes, que un puñado de gente lo puso en ese lugar y que es un mero empleado de ellos: un títere. Todos tendrán que comerse sus propias mentiras e indigestarse con ellas.
Calumnias, mentiras, no hay persona más integra, más cabal y más adecuada para guiar los destinos de la patria que nuestro querido Presidente. Y esta peste, un verdadero flagelo, es una gran oportunidad de demostrarlo.
Voy a extrañar el color de las comparsas, los disfraces, las máscaras de papel, la calle regada de banderitas de todas las nacionalidades, los pomos de agua y esencia aplacando el calor abrumador. Dicen que este año habrá cerca de treinta comparsas.
Desde la Plaza de la Victoria partirán, tomarán por la calle del mismo nombre y recalarán al fin en plaza Lorea. Este año no estaré, no por miedo a la peste, sino por respeto a los muertos y a sus deudos. Las calles seguro estarán llenas de gente expuesta al contagio y a la peste.
Ojalá el presidente Sarmiento pueda distinguir a todos los judas que lo rodean. En estos días tengo que entrevistarme con un tal Mardoqueo, un periodista que, según se me ha informado, también está llevando una crónica como la mía, seríamos una especie de colegas en la desgracia.