Por Yurimia Boscán
Hoy más que nunca es necesario creer. Creer como manifestación para asentar todas aquellas declaraciones que terminan conformando el equipaje de valores que llevamos puesto. Esas creencias de adentro que son la razón fundamental del sentido que le otorgamos a la vida, aunque la realidad coloque sobre nuestros hombros el peso aplastante de toda su sinceridad.
Hoy más que nunca yo necesito creer, como Fito, que no todo está perdido, que podemos ser jóvenes un día y amanecer curtidos de años, y cargados de un cansancio que no se mitiga ni con cuarenta siglos de cuarentena, porque el cansancio de mi generación no es físico. Es un cansancio de entretiempo que a veces nos redobla las ganas de seguir y otras tantas nos acorrala para que no le volvamos a levantar la voz.
Lo cierto es que estamos de cabeza, tejiendo crinejas en grupo con todas las tristezas de estos tiempos oscuros de pandemia, tiempo de silencios ruidosos, tiempos de rumores, tiempos de compañía familiar que rumia su soledad, tiempos de distanciamiento distante, tiempos de velorios virtuales, tiempos de quedarnos apenas con el puñado de nosotros mismos, tiempo de planes postergados hasta el paroxismo de la fragilidad, tiempos que se deshacen frente a las verdades irrefutables. Y hay que correr a creer en alguna cosa, por simple que sea, porque mañana todo puede estar peor, porque la poesía no hará más de puente y porque todo puede irse a la mierda de un momento a otro. Así, con todo y palabrota, esta descarga sirve para decirme a mí misma y a todos los que me leen, cómo es que esta sección va a seguir trayendo credos en medio de un mundo que se globalizó por fin -y tristemente- en cinco letras y un número (Covid-19) en esta tierra que hoy recibe nuestras pisadas, no importa si estamos en el norte, en el sur, en el este o en el oeste de todas sus coordenadas, es finalmente la Tierra Santa que sigue abriéndose para contenernos como especie…
Por eso, por la urgencia de aferrarse a este espacio recién abierto, es que voy a insistir en brindarles otros credos. He aquí el de hoy seleccionado de mi caja de Pandora (mi Taller de escritura Creativa dictado por años en Venezuela) que viene a ser como la crónica aquella del Gabo que anunciaba lo obvio. Mi hermoso taller ha dejado frutos… son muchos, y maravillosos. Ojalá el tiempo y el espacio perduren para irlos desgranando en este devenir De Norte a Sur. Va al ruedo el credo de José Luis Zambrano, un joven biólogo, investigador del Instituto de Investigaciones Científicas de Venezuela (IVIC).

Credo
Creo en el hombre,
creador del Dios Todopoderoso.
Creo en Darwin,
y en el libre albedrío.
Creo en el individuo,
creador de su tierra y de su cielo.
Creo en la magia, y como Jonathan Stranger & Mr. Norrel,
sé que algún día regresará,
y será como el paraíso perdido de John Milton.
Creo en el poder de la letra escrita,
de la palabra hablada y en la música escuchada.
Creo en las tres leyes de la robótica de Asimov
como mandamientos de vida.
Creo en el poder devastador del hombre,
y en el cambio climático global.
Creo que un virus ocasionará la extinción de nuestra especie,
y que otras mejores vendrán y cuidarán de este mundo.
Creo en el ronroneo de los gatos,
en su saludo y el lenguaje de su cola.
Creo más en mis amigos que en mí mismo,
y creo que ellos creen en mí.
Amén