Por Mayrin Moreno Macías
A un kilómetro de las Cataratas de Iguazú, Naiquén Rojo se toma una birra. Ella se encontraba en Brasil y bajó a Puerto Iguazú hace unas tres semanas. Apenas termine la cuarentena quiere regresar al país carioca, pero todavía no lo sabe.
“Niqui”, como le dicen sus amigos, salió a comienzos de año de San Rafael. Cuenta que por estos días ha estado trepando árboles de limones, de palta y de mango. “Son una delicia”, dice, y continúa: “Entre hermanites de la calle todo se comparte y nos cuidamos porque somos familia. Une tiene harina, otre sal, otre arroz o fideos y la magia sale. ¡En estos tiempos salta el verdadero ser de las personas, y eso es bueno!”.
Para ella, viajar es la manera que la vida misma le demuestra que es vida, color, sabor, música y también llanto. Tiene en su haber varias “sectas esporádicas”, amigos fugaces que van apareciendo en el camino y que son “mucho más significativos que la familia sanguínea… es algo hermoso”, dice.
Coronavirus, coronavirus, coronavirus…
Estando en Brasil, de fiesta, Niqui empezó a escuchar la palabra coronavirus por todos lados. “Inmediatamente pensé en todo este sistema de medicina occidental tradicional, ¿no? Que en realidad no es medicina que cura, sino que hace patear los síntomas más lejos, y además es un negocio, hasta podría usar el término conspirativo; un claro ejemplo es que Monsanto compró Bayer. Y creo que hasta más allá de negocio, porque ya se mueve en planos de poder, porque estas personas ya nacen con un poder adquisitivo y no necesitan más dinero, lo usan para tener más poder y alcance y así mantienen a la gente en cualquiera. Por ejemplo, la depresión es una de las enfermedades corrientes en la sociedad y la tratan supuestamente con pastillas; no te voy a negar que causan un delirio de felicidad y bienestar, pero no la curan, y eso es a lo que voy: este virus, obviamente, que han creado y soltado en lugares clave, genera que la población esté dormida, una manera muy fácil de manipularla y guiar su atención hacia donde quieren y elles tienen territorio libre para hacer lo que se les dé la gana, y además de eso, que mueran cantidad de personas también es una manera de controlar la población, de controlar su natalidad…”.
Hace una pausa y aclara: “Todavía no termino, estoy tomando una birra…”, y envía esta foto:
Niqui dice que espera estar errada en todo, y continúa: “Mientras esto sucede, les artistas hacemos lo que está a nuestro alcance para seguir en la mejor onda y eso es renotorio. Donde estoy, en Iguazú, hay muches hermanites que estamos en la misma: de repente haciendo arte en medio de la psicosis colectiva… es hermoso. Ayer vi caminando por la vereda a un artesano que estaba intercambiando su trabajo por comida, le chiflé y le invité un café, porque somos personas que vivimos el día a día y en tiempos cuando no podemos salir a las calles, fuá, se pone duro, ¿no? Toda la gente que vive así está jodida. Me gustaría que se ayude a esa gente, que tienen hijos además… y ayudar no significa solo regalar, lo digo por la gente que flashea y dice que somos vagos, etc… Un amigo que está ahí en San Rafael me estaba escribiendo que no tiene comida, pero que va adonde los vecinos para laburar como intercambio y no le abren la puerta, psicosis colectiva, claro, y entiendo pero no entiendo cómo pueden ser tan inhumanos. Una bendición de magia para todes y el mayor de nuestros abrazos. La vida compartida se vive mejor”.