Por Yurimia Boscán
Este pretende ser un espacio para la libertad de la palabra, esa que se suelta a dar zancadas por la vida en el entendido de que la vida no puede tener fronteras pero sí amigos desperdigados por ahí.
Inauguro esta sección con un manifiesto de alma, un Credo que, por ese azar que siempre nos perfuma, viene a conectarnos en estos tiempos de uno mismo con aquello que en definitiva somos: un montón de solos acostumbrados a la compañía.
El Credo que abre la sección pertenece al poeta, periodista y cronista Aquiles Nazoa (Caracas, 1917- Maracay, 1976), quien en mayo de este año 2020 habría arribado a su cumpleaños número 100. De allí que esta primera publicación se adhiera al homenaje que Venezuela rinde, con todo y cuarentena, a este grande de la literatura y del humor, conocedor del acervo que nos configura como nación.
La idea es trascender las fronteras con palabras capaces de llevar su alado bastimento al portal luminoso de esa conciencia entrecosida que desde hace rato nos reclama y que, como Aquiles, sabe jugar con muñequitas de trapo y cabalgar caballos que comen jardines…
Vale entonces presentar a Aquiles Nazoa y su Credo.

Credo
Aquiles Nazoa
Creo en Pablo Picasso, Todopoderoso, creador del cielo y de la Tierra.
Creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones,que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo, pero que cada día resucita en el corazón de los hombres.
Creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de la vida perdurable.
Creo en los grillos que pueblan la noche de mágicos cristales.
Creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su rueda maravillosa.
Creo en la cualidad aérea del ser humano, configurada en el recuerdo de Isadora Duncan, abatiéndose como una purísima paloma herida bajo el cielo del Mediterráneo.
Creo en las monedas de chocolate que atesoro secretamente debajo de la almohada de mi niñez.
Creo en la fábula de Orfeo, creo en el sortilegio de la música, yo que en las horas de mi angustia vi, al conjuro de la Pavana de Fauré, salir liberada y radiante a la dulce Eurídice del infierno de mi alma.
Creo en Rainer María Rilke, héroe de la lucha del hombre por la belleza, que sacrificó su vida al acto de cortar una rosa para una mujer.
Creo en las flores que brotaron del cadáver adolescente de Ofelia.
Creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar.
Creo en un barco esbelto y distantísimo que salió hace un siglo al encuentro de la aurora; su capitán, Lord Byron; al cinto, la espada de los arcángeles; junto a sus sienes, un resplandor de estrellas.
Creo en el perro de Ulises, en el gato risueño de Alicia en el país de las maravillas, en el loro de Robinson Crusoe, creo en los ratoncitos que tiraron del coche de la Cenicienta, en Beralfiro, el caballo de Rolando, y en las abejas que labraron su colmena dentro del corazón de Martín Tinajero.
Creo en la amistad como el invento más bello del hombre.
Creo en los poderes creadores del pueblo.
Creo en la poesía y, en fin, creo en mí mismo, puesto que sé que alguien me ama.
EL AUTOR
Aquiles Nazoa (Caracas, 1920 – Maracay, 1976) fue un hombre humilde que desde muy pequeño debió trabajar para apoyar a su familia. Fue aprendiz de carpintero, bodeguero, telefonista y botones del famoso Hotel Majestic. Su carrera de periodista empieza como empaquetador del diario El Universal, donde aprende tipografía, se hace corrector de pruebas, y luego periodista. Es un autodidacta, cuya disciplina y constancia le permiten hablar inglés y francés con fluidez, y hacerse guía del Museo de Bellas Artes de Caracas (MBA). Como corresponsal de prensa le toca sortear persecuciones y cárceles, pues como hombre de izquierda, junta las ideas progresistas con su incontrolable manía de llamar a las cosas por su nombre, lo que le acarrea no pocos enemigos, al punto de que, por razones políticas, debe exilarse de Venezuela por unos años.
La radio, el cine, la TV, la prensa escrita, la música, la poesía, la crónica, la educación, la literatura infantil y el teatro humorístico, son solo algunas de las áreas donde este prohombre se desenvolvió y aportó su don como creador que ha aprendido a valorar la magia que habita en las cosas más sencillas.
Muere en un accidente de tránsito cerca de Maracay en 1976.
Obras
Aniversario del color
Método práctico para aprender a leer en VII lecturas musicales con acompañamiento de gotas de agua
El transeúnte sonreído
El ruiseñor de Catuche
El silbador de iguanas
Caperucita criolla
Arte de los niños
Poesía cotidiana
El burro flautista
Poesía para colorear
Caballo de manteca
Los poemas
Mientras el palo va y viene
Poesías humorísticas, costumbristas y festivas
Humor y amor de Aquiles Nazoa
Pan y circo
Los últimos poemas de Aquiles Nazoa
Amigos jardines y recuerdos
Caracas, física y espiritual
Venezuela suya
Las cosas más sencillas
Vida privada de las muñecas de trapo