Apuntes sobre la «superluna rosa» de este 7 de abril

Jaime García
Instituto Copérnico

 

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En los últimos días, durante nuestra forzada cuarentena por culpa del insidioso virus coronado, hemos tenido oportunidad de leer, en los medios líderes de nuestro país y en las redes, la insistente noticia “astronómica” de que este martes 7 de abril podremos ver a la “superluna rosa”.

Lo que nos parece chocante es que se haga uso de dos términos que no tienen que ver con la astronomía ni con nuestro hemisferio austral.

El término “superluna” no es un vocablo de uso astronómico (fue acuñado por el astrólogo Richard Nolle, en 1979) pero, admitiéndola apenas como una palabra de uso popular, la idea es expresar lo que en astronomía llamamos “luna llena de perigeo”.

Por supuesto, todos sabemos qué cosa es la luna llena: la fase lunar en que toda la cara visible se encuentra iluminada por la luz solar. Obviamente, esto ocurre una vez al mes, cuando la luna se encuentra opuesta exactamente al sol para un observador parado sobre la Tierra. Y es una vez al mes pues nuestro calendario conserva un dejo de un viejo calendario lunisolar de los albores de la antigua Roma.

El período de las fases lunares, o sea, el intervalo entre dos luna llenas, es un “mes sinódico” de 29 días 12 horas 44 minutos 2,9 segundos de duración. Como la Tierra se desplaza en el espacio, el ciclo de las fases no coincide exactamente con el movimiento orbital de la luna en torno a ella, cuyo período es de 27 días 7 horas 43,1 minutos. Esto ocasiona que la fase llena tenga lugar en diferentes puntos de la órbita lunar.

Hay puntos de esa órbita que presentan características importantes. Ya que se trata de una órbita elíptica y que la Tierra ocupa uno de los focos de la elipse y no el centro, en algún momento de la órbita la Luna estará más cerca de la Tierra que en otros. Al punto más cercano a la Tierra de la órbita lunar lo llamamos “perigeo” (del griego peri, cerca; y geo, tierra). Cuando la fase llena se produce próxima al perigeo, el diámetro lunar es ligeramente más grande que cuando ocurre en otros puntos de la órbita, de allí que, popularmente, se dice que tendremos una “superluna” llena. Esa diferencia nunca supera un 14%, de modo que el fenómeno es apenas perceptible como una leve diferencia en el brillo de la luna llena, que da como resultado una noche levemente más iluminada.

Con esto pretendimos dejar en claro lo que muchos medios refieren como «superluna», pero como señalamos más arriba, además este 7 de abril tendremos una «superluna rosa». ¿Qué será eso?

Bien, eso no tiene absolutamente nada que ver con nosotros, en el hemisferio sur. Se trata de un nombre que le otorgaban los pueblos originarios de América del Norte a la primer luna llena después del equinoccio de primavera (o sea, el momento astronómico del comienzo de la estación de la floración, la opuesta a la que nos encontramos ahora). De hecho, esto ocurre porque la hierba autóctona de buena parte del territorio de la América boreal florece y la gramilla toma una coloración rosada.

Por lo tanto, no habrá ninguna «superluna rosa» este 7 de abril, sino simplemente una brillante luna llena de perigeo, la primera del otoño que, por cierto, marca para el calendario católico (y también para otras religiones) nada menos que la fecha de la Pascua (por eso esta resulta móvil).

Disfruten de esta singular luna llena, no por ser rosa sino por tomarnos en cuarentena forzada, desde nuestros hogares, cuidándonos de la pandemia.

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