Por Julieta Rabino
Cuando tenía unos 10 años visitaron mi escuela dos excombatientes de Malvinas. El motivo era realizar una invitación para la reinauguración de una de las diagonales de mi querido pueblo, cuyo nombre dejaría de ser “Inglaterra” para pasar a llamarse “Suboficial 2° Ibanor Navarro”.
Al retirarse del aula, nuestra seño Nocha los acompañó hacia el siguiente grado y en ese intervalo de tiempo un compañerito me dijo:
–Mi papá a veces escucha una canción en la que nombran a ese señor.
–Yo me la sé –fue mi respuesta inmediata.
Daba la casualidad que unos días atrás junto con mi hermana habíamos rebobinado una y otra vez el cassette de Los Trovadores de Cuyo que mi mamá atesoraba, con el único fin de poder copiar su letra. Ella había insistido en que tenía que aprender esa canción y yo accedí a su pedido, incluso sin entender del todo a qué se debía su emoción.
Al volver, la maestra nos explicó que Ibanor había sido un joven que vivió en mi pueblo, luchó en la Guerra de Malvinas y como tantos otros se encontraba en el crucero General Belgrano al momento de su hundimiento. Para finalizar, nos comentó también que existía una canción que se llamaba “Los 17 héroes mendocinos”, en la que se mencionaba el apellido de todos los jóvenes de nuestra provincia que dejaron sus vidas en aquellas Islas. No pudo agregar nada más antes de ser interrumpida por un:
–¡Seño, la Juli se la sabe! ¡Cantala, Juli!
La maestra se quedó mirándome y, sin hacerme rogar demasiado, con un poco de vergüenza arranqué diciendo: “Comenzaba abril y la Patria pedía, para ir a Malvinas hombres de valía”.
Recuerdo haber notado en ella la misma emoción que tenía mi hermana mientras me enseñaba la letra. Cuando terminé, me preguntó si me animaba a cantarla en el almuerzo que se haría luego de la inauguración, le dije que sí y me pidió que la acompañara hasta afuera. Salimos y encontramos a los dos hombres que nos habían visitado. Yo me quedé a un costado viendo cómo ellos escuchaban muy atentos la idea de mi maestra.
Al llegar a mi casa, les conté a mis papás lo que había pasado y se emocionaron mucho. Yo seguía sin entender esa emoción, pero me gustaba cantar y sentía que con eso bastaba.
Días después se realizó el acto de inauguración, recuerdo haber visto a muchísima gente en el lugar. Era una manera de recordar y homenajear a un hombre que vivió en nuestro pueblo, caminó sus calles, contempló sus paisajes, murió luchando por nuestra Patria y, aunque muchos no lo conocimos, sabíamos que estar presentes en ese momento era también ser parte de un pedacito de nuestra historia.
Después del acto se realizaría un almuerzo que reuniría a políticos, excombatientes y a sus familias y gente del pueblo. Para asistir era necesario adquirir una tarjeta a la que mis papás no tenían manera de acceder, por eso junto a mi mamá y mi hermana decidimos ir después del mediodía.
Llegado el momento, me puse un poquito nerviosa, me dolía la panza y, al entrar al club, recuerdo haber visto largas mesas ocupadas por gente que no conocía.
A lo lejos pude identificar a uno de los hombres que había visitado mi escuela y se lo dije a mi hermana, ella se acercó y el señor le dijo que no había micrófono, pero que si me animaba, me subiera al escenario.
Mi hermana me encaminó hacia las escaleras, me dijo que tenía que cantar bien fuerte y entre dientes agregó: “NoteolvidesdenombraraNavarro”. Acto seguido me presentó y pidió que hicieran silencio. Yo arranqué a cantar aquellos versos que no lograba comprender, pero sabía que guardaban algo de magia entre sus estrofas.
Concluí diciendo que “de aquellos hijos que Mendoza prestó a diecisiete héroes la muerte convirtió”. Hubo un silencio de esos incómodos y posteriormente los aplausos colmaron el club. La gente lloraba, me agradecía, me regalaron chocolates y un montón de abrazos. Mi mamá y mi hermana también estaban muy emocionadas. Recuerdo que al volver a mi casa, yo estaba muy contenta y no veía la hora de que llegara mi hermano para poder jugar con él y contarle lo que había pasado.
Actualmente, cada vez que me preguntan “¿cuál ha sido el evento más importante en el que has cantado?”, cuento esta historia, porque hoy, casi veinte años después, comprendo mucho más de lo que aquella Julieta chiquita podía entender; porque hoy, escuchando la misma canción, siento que las lágrimas de todas aquellas personas son también mías y considero que el dolor de mi pueblo y de mi Patria forman parte de esa historia que nunca debemos olvidar.
