Por Mayrin Moreno Macías
En la primera línea contra la pandemia también están los docentes. En su caso, el aplauso va por dentro. Continúan su labor detrás de una computadora o un celular.
En una conversación virtual con tres profesores que dan clases en escuelas e institutos de ámbito urbano y rural, quienes optaron por el anonimato, uno de ellos, al que llamaremos A, contaba que “antes del Covid-19, cada docente se movía en las escuelas y los cursos que le tocaba. La mayoría somos ‘profe taxi’, pero con la tranquilidad de que a las 9 y 15 uno entraba al aula de un cuarto año y a las 15 en un primer año, pensando si es muy temprano y están un poco ‘abajo’ o si es la siesta y el calor nos echaba del aula sin ventilador”.
Sus casas son las aulas; los celulares y computadoras, las vías de contacto. Si antes se esforzaban, hoy el sudor es el doble y el triple. Han tenido que replantearse sus dinámicas, porque el vínculo ahora es virtual. Para ellos la cuarentena ha sido un torbellino: mensajes desesperados al correo, por redes sociales o al celular preguntando cómo hacer con la clase, que no la ven, que no la encuentran, que no la pueden descargar. Otros han decidido colocar límites a los horarios de trabajo, porque podrían pasar 12 horas contestando y enviando respuestas. Con todo y eso, lo siguen haciendo.
“Por un lado, me causaba emoción las posibilidades que brinda la Internet, pero por el otro, siento enojo y frustración porque pienso en las realidades de mis estudiantes”, dice B, mientras que C agrega: “Nos vamos acomodando a las circunstancias. Esperemos solucionar o mejorar la llegada a un montón de chicos de quienes, después de dos semanas, todavía no hemos tenido noticias, en el ámbito rural específicamente”.
Hoy, desde las sombras, muchos docentes siguen siendo los invisibles: con una escuela precaria, con sueldos bajísimos, con la burla de mandarlos a capacitarse en el tiempo sobrante. A pesar de esto, B el domingo por la noche prepara la clase y dice: “Construir el aprendizaje se hace a través del contacto, mientras nos dé el cuero, lo haremos”, en tanto que A mira el calendario y agrega: “Estamos convencidos de que la escuela no tiene reemplazo, pero acá estamos sosteniendo la trama de estar juntos sin el cuerpo…”.