Compartimos una segunda carta de Alejandra Guerci, quien viajó en febrero a España tras obtener una beca en la Universidad Autónoma de Barcelona y ahora se encuentra en Madrid, esperando poder regresar a la Argentina lo antes posible
Escribimos estas palabras desde la desesperación, pues nuestros peores temores se están cumpliendo. La posibilidad de volver a Argentina es cada vez más remota luego de las noticias del inminente cierre de las fronteras que nos dejará afuera del país. Desahuciadas, como dirían por aquí. Tenemos sensaciones encontradas, como si lo que nos pasara ahora fueran un montón de cosas que están chocando todo el tiempo adentro de cada una de nosotras. Por un lado, creemos que en nuestro país se están haciendo las cosas bien. Tal vez por primera vez, la conducta de la dirigencia política, social e institucional está por encima y es más consciente que la de otros muchos sectores de la población. Entendemos y compartimos muchas de las medidas, pues la prevención habla de un conocimiento profundo y de una real dimensión de lo que esta calamidad nos puede causar. Sin embargo, creemos que en la decisión de impedir nuestro regreso al país, hay un error. Estamos dolidas y casi no encontramos palabras para decirlo, pero sentimos que nos han abandonado. Cuando hace casi un mes llegamos a España, nunca imaginamos el lugar donde nos encontramos hoy. Decimos esto poniéndonos en la piel y tal vez arrogándonos la voz de otros miles de argentinos y argentinas que están afuera del país, esperando por su derecho a volver.
Madrid es uno de los focos mundiales de la pandemia. Aquí muere gente todos los días y desde esta ciudad prácticamente militarizada, vivimos encerradas, mirando la desolación por la ventana. Es un país amable pero un silencio sepulcral lo ha vuelto aterrador. Nuestra salud está amenazada hoy más por todas estas emociones que por cualquier otra cosa: estamos sanas pero no tenemos paz. Es desesperante.
En los últimos días hemos recibido el cariño de los que nos quieren, la comprensión de quienes nos han escuchado y la solidaridad conmovedora de quienes ni siquiera nos conocen. Les aseguro que eso –además de nuestra familia- es lo único que nos sigue dando fuerzas para levantarnos, secarnos las lágrimas y empezar esta rutina diaria de mails, mensajes y gestiones que caen en saco roto. Desearíamos contarles todo de mejor manera pero vivimos como si estuviéramos enloqueciendo.
Queremos pedirles a ustedes que no dejen de hacerlo, que no dejen de solicitarle al gobierno argentino que siga ocupándose de nuestro regreso. No nos abandonen.
Les queremos mucho.
Alejandra y Ayelén Guerci
Madrid, jueves 26 de marzo