Por Carolina Elwart
Mai Fornes tiene la mirada poética como una pupila, incrustada en ella mira la vida a partir de un foco único y poético. Nació y vive, por lo pronto, en San Rafael. Ella sabe construir edificios poéticos que no necesitan del hierro de la rima o la viga del verso medido. Allá en el balcón alto de sus poemas, el vértigo nos hace libres y seres dolientes
Empatía de barro
Mai Fornes
Ahora entiendo,
qué tristeza
a la vecina de harapos en los ojos
que salía a barrer la vereda
en el medio del temporal
para capturar con resignación inútil
la velocidad de las hojas.
Ahora entiendo,
qué vergüenza
a la mujer de canas en los labios
que con canarios truncos en los dedos
pasaba horas repasando el barro del malvón
mientras le hablaba de respiraciones profundas
y superficiales muertes inacabadas.
Ahora entiendo,
qué obviedad
la levedad de esta palabra
que elegí para darle entidad de látigo
y de reloj.
Visceral
Mai Fornes
Cruzando el puente van, escarabajos a destiempo.
nacen en clave de viento, el cemento les cierra los ojos
pero sin dejar de correr nunca y carajo,
qué caro el anhelo de luz y carajo,
qué privilegio caminar sin cruz.
Siempre cielo fue un suplicio,
con todo el hambre contorsionando por los puentes
sin lograr la travesura todavía
y todo el amor sin hacer se derrama sobre los manteles.
Si el peso cruz dobla en la esquina, cerraremos los ojos esta vez
para que no se acuerde de encontrarnos el punzón del éxito
en el patrocinio de algún dios condicionado en su corbata.
Que yo me quería ir ya lo sabías, mientras te preguntaba
si nunca habría posibilidad de ser algo más
que esta calle sin tránsito
que esta sal sin bañera
que este diente de leche
sin ratones a los que rezarle alguna esperanza.
Salen en antorcha los puentes de la ternura
a decirnos que no fuimos capaces.
Que yo quería ser del aire ya lo sabías, pero no había por dónde.
Bajo este viento todo discurso es flan de carne
zarandeando la ropa, que se conmueve en los alambres
sin posibilidad de despegarse de la humedad de la historia.
Tantas posibilidades había de ser, que me comí las manos en el intento.
Y le inventé a tu ciudad
un nombre de río
de afluente
de familia.
¿Si supieran cuánto pesa la palabra
hubieran puesto igual esta pared en mi abrazo?
Con qué dominio de hoja seca me han jurado que mi amor
no tiene raíz.
En qué puñal de la infancia
nos habremos convencido
que enseñarle a hablar nuestro idioma al bosque
y re direccionar su cauce, era sembrar sabiduría.
Hoy quemé a la luz mis miserias
yo me vestí de muerte
y le pedí a los álamos una pausa de espejo
que vista tu palabra
me desgarro pero me duermo sonriendo
yo viví y amé en este mundo.
Normalícenme la palabra,
que ando soñando luces en los balcones
que crece salvaje y enmarañada la letra
en mi pensamiento bajito.
Viví y amé.
IG: @maifornes