Por Carolina Elwart
¡Oh, cállese ya, señorita Honey! Es usted tan tonta como cualquiera de ellos.
Si no lo soporta usted, búsquese trabajo en una blandengue escuela privada
para mocosos ricos. Cuando lleve tanto tiempo como yo dando clases,
se dará cuenta de que no es bueno ser amable con los niños
Matilda, Roald Dhal
«Estoy rodeada de viejos vinagres, todo alrededor», cantaba Luca allá por los ’80. Hoy encima tienen cuenta en Face y comentan en todos los portales en contra de la juventud. Con una supuesta nostalgia de «todo tiempo pasado fue mejor», los opinadores salieron a quejarse del pedido de suspender las clases por la ola de calor. Resulta que el mundo adulto se jacta de sus experiencias «traumáticas» como la fórmula mágica para dar el ejemplo a nuestras infancias y adolescencias.
Los y las estudiantes de nuestra ciudad decidieron salir a reclamar, a exigir junto con el paso del alerta amarilla a naranja, que se mejoren las condiciones para habitar la escuela. Y no hay nada que moleste más que «menores» reclamando sus derechos. Recuerdo una de las frases de la película de Matilda, del gran escritor y ácido crítico del mundo adulto Roald Dahl: «¡Yo soy grande, tú pequeña; yo estoy bien, tú estas mal; yo soy listo, tú tonta; y no hay nada que puedas hacer para cambiarlo!». Nos hemos criado bajo el adultocentrismo, la dominación del sujeto adulto. Resulta que las infancias y las adolescencias son simplemente transiciones, pasamos por ellas porque no nos queda otra para realizarnos plenamente como adultos (lo escribo y me da urticaria).
Subordinar, dominar y, si se puede, castigar son las mejores estrategias que se leen y escuchan del mundo adulto sobre su relación con otras generaciones. Pero somos tan incoherentes que empleamos todas las modas, cirugías y poses para no dejar de ser nunca adolescentes en cuerpos de adultos que reniegan de sus arrugas, canas y responsabilidades. El mundo adulto no es tan perfecto para poder levantar el dedo tan fácilmente sobre las generaciones actuales, no son futuro, son hoy y que reclamen y sean sujetos de derechos y pensamiento molesta.
La pregunta sería si molesta porque al perder la única forma de autoridad que hemos aprendido a tener, nos da terror que los adolescentes nos cuestionen, o será que el reflejo que vemos en ellos nos recuerda toda la valentía, frescura y libertad que perdimos por ponernos del lado del sistema, que solo funciona denigrando y humillando.
Los y las estudiantes se organizaron y salieron a las calles a reclamar, y mientras a un mundo adulto le revuelve el estómago verlos manifestar, a otras nos llena de esperanza y recordamos las frases del flaco Spinetta:
Aunque me fuercen yo nunca voy a decir
que todo tiempo por pasado fue mejor
mañana es mejor