Texto y fotos: Mayrin Moreno Macías
El profesor David Cepero dice que a sus 42 años de edad se ha comido más de mil asados. A esa cuenta, en medio de una larga carcajada, le resta 10 años como estudiante de Ciencias Políticas en Mendoza, su etapa limitada, y 10 más de su niñez. “Uno por semana es la meta para cumplir con el rito”, expresa.
Basta con sacar unas cuentas sencillas: si un año tiene 52 semanas, multiplicadas por 22 años (se restan los 20 entre Universidad y niñez), da un total de 1.144 asados, un resultado acorde con su edad.
Con un profundo entusiasmo, David explica que el asado invita al encuentro. “Siempre me pareció lindo el folclore del asado. No es solo un lugar donde se asa una carne, sino que también representa un momento para juntarse y charlar. Y eso es lo que tiene más valor, que mientras se está haciendo esa rica carne que tanto nos gusta, aprovechamos para actualizarnos”, dice.
Con esta querencia a cuestas, decidió iniciar un emprendimiento donde se pueden encontrar todos los utensilios para disfrutar de esta tradición y algo más. Al principio se encontraba en la Balloffet y ahora, a comienzos de 2020, se estableció en Valle Grande.
Esta metamorfosis representa el génesis de una riqueza que salta a la vista, al paladar y a las ganas de querer llevarse todo a la casa: tablas, fierros, parrillas, delantales, ensartadores, pinchos, juegos de mesas ratonas, jamoneras, pizzeras, llaveros, percheros y planchetas, piezas de cerámicas, artículos de lana, una góndola de delicatessen con aceites de oliva, ahumados, pastas de aceitunas, vinagres, sales aromatizadas, sales al vino y mermeladas; una vinería variada y muy autóctona y además un rinconcito para los más pequeños, con una juguetería didáctica y una galería donde los chicos pueden sentarse a pintar, a dibujar y después pueden colgar sus trabajos y dejarlos en exhibición. Y lo mejor es que todos los mediodías y en las nochecitas hay degustación de vinos, fernet, quesos de campo y picaditas.
La particularidad de El Almacén del Asado es que las piezas son hechas por artesanos de acá y de otras provincias. “Son objetos utilitarios y a la vez atractivos. Tener algo en tu casa que sea lindo te genera buen ánimo”, comentó. Inclusive a él, quien tiene formación en Artes, le ha servido para regresar al placer de trabajar con las manos.
Resaltó que el emprendimiento en San Rafael es un desafío, pero está convencido de que se puede buscar la vuelta si se tiene claro adónde se quiere llegar. “Es posible”, asegura.